Libertad hecha a mano

ARTESANÍA Y DIGNIDAD EN PRISIÓN POLÍTICA
En el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, la Fundación Artesanías de
Chile te invita a participar del Encuentro “Libertad hecha a mano. Artesanía y dignidad
en prisión política”, que se llevará a cabo en el contexto de la exposición “Persistir,
Dignificar y Transformar. Pensar la artesanía a 50 años del golpe de Estado”, exhibida en
el espacio de la Fundación del Centro Cultural La Moneda.
En esta conversación, personas ex prisioneras de la dictadura, desde su mirada
particular, reflexionarán acerca de la importancia de la creación, la memoria y la
sanación individual y en comunidad.

ANTECEDENTES
Tras el golpe de Estado, el país se convirtió en una gran prisión para muchas personas
que fueron perseguidas por sus ideas políticas y para la mayoría de la sociedad que
debió vivir bajo estado de sitio, toques de queda y detenciones y allanamientos bajo
sospecha. Entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990, 40.018 personas
fueron privadas de libertad por razones políticas y, de ellas, el 94% fueron torturadas
según la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (Valech I y Valech II).
Ninguna de ellas fue sometida a un debido proceso judicial.
La dictadura utilizó aproximadamente 1.168 centros para la detención de personas
prisioneras políticas. Dichos centros estuvieron desplegados en todos los territorios del
país. Se utilizaron cárceles oficiales, centros clandestinos, recintos deportivos, oficinas
salitreras, complejos de veraneo, buques, unidades de carabineros e instalaciones
militares del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
El trabajo artesanal apareció en la prisión política como una forma de ocupar el tiempo
en días que se hacían interminables. El tallar una piedra o coser un muñeco fue un modo
de reafirmar la dignidad y resistir en medio del miedo y la incertidumbre, que les
permitía cierta cercanía a la libertad y el contacto con sus seres queridos. Prisioneras y
prisioneros políticos tomaron los materiales que estaban a mano: restos de comida
(como migas de pan y huesos de pollo), patas de sillas, palos de escoba, pedazos de
ropa, cartones, trozos de vidrio, etc. Con el tiempo, en distintos centros de reclusión
desplegados en todo el país, comenzaron a surgir diversas artesanías cargadas de
significados que traspasaron las fronteras de la prisión en forma de palomas talladas en
madera y hueso, “soporopos” o muñequitos hechos por prisioneras con telas de sus
vestimentas para niños y niñas, medallas, anillos, cruces, caballitos de mar, etc.
La artesanía apareció así en manos de prisioneros y prisioneras políticas como un
espacio de dignificación, de resiliencia comunitaria y sobrevivencia física y emocional,
en medio de circunstancias de violación de sus derechos humanos.

Descargar el programa aquí.



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